martes, 14 de diciembre de 2010

Serie Artúrica (3): La presentación oficial (1ª parte)

Mientras esperamos al taxi que has avisado, me recreo en tu nerviosismo, en tus miradas de reojo al espejo de la entrada para asegurarte de que se te ve bien, en como te retocas el pelo, pensando que no te veo, porque uso el reflejo del cuadro que hay enfrente. En cuanto me doy la vuelta vuelves a tu compostura habitual, tu corrección, como si realmente solo saliéramos de compras, pero sabes que espero mucho de ti esta noche, y no quieres defraudarme.

Supongo que ya habrás hablado con el resto del servicio, y te habrán contado sobre las idas y venidas de los anteriores "asistentes", de como por las noches les despertaban aquellos sonidos secos y repetitivos que no sabían atribuir, de extrañas situaciones que les sorprendían...por suerte ya llevan un tiempo conmigo y han terminado por acostumbrarse a lo que ellos denominan mis "excentricidades".

Pero tú aún navegas por el mar de las dudas, estás empezando a conocerme, y eso te hace aun más encantador si cabe. De repente algo pasa por tu mente y me miras con curiosidad.

- Perdone, Señora, si me permite el atrevimiento, ¿cuántos invitados habrá en la cena? - Ya veo que pretendes anticiparte, estar preparado en la medida que puedas.

- Invitadas, son todo invitadas, y creo que seremos unas diez, más o menos.- El brillo de tus ojos te delata, diez mujeres pendientes de ti es algo que te entusiasma, sin duda.

- ¿Y habrá otros sirvientes, Señora? - Podría jurar que el pantalón te queda algo más ajustado que hace unos minutos, como si de repente mil imágenes estuvieran cruzando por tu cabeza. Espero que en ninguna de ellas aparezca más Señora que yo, no por celos, sino por una cuestión de territorialidad. En general los felinos evitan la competencia, a excepción de las leonas que cazan juntas, aunque creo que lo hacen más como forma de asegurar la pieza que por un verdadero sentido de colaboración. Es algo que he tenido ocasión de observar, a un grupo de cazadoras actuando en coordinación, siendo capaces de hacer caer al más resistente de los hombres.. caer de rodillas, por supuesto. Así que esta noche, entre tanta Señora, puede suceder cualquier cosa, y eso me parece hasta cierto punto estimulante. En realidad no sé la respuesta a esa pregunta, ya que no soy la anfitriona, pero me sirve para jugar un rato contigo, como la gata con el ratón.

- ¿Es lo que te gustaría, que hubiera otros sirvientes con los que compararte? - Por tu expresión deduzco que no iba por ahí tu pensamiento.- Ya veo, es al contrario, preferirías tener a diez Señoras para ti solito, a las que atender... - dejo el comentario en el aire, que por el rubor de tu rostro veo que ha dado en la diana - ... será que no tienes suficiente con atender a tu Señora... - justo esa expresión de contrariedad buscaba, el dilema entre tus fantasías y las mías, entre complacer tus deseos o los míos.

- No, Señora, no quisiera servir a ninguna otra, yo ya he encontrado lo que buscaba. Solo que imaginaba que al atenderlas a su entera satisfacción haría que usted se sintiera orgullosa de mi. - Una respuesta inteligente, diría que bastante sincera, si no fuera por el reguero de sudor que se ha formado alrededor del cuello de la camisa, que contrasta claramente con la palidez del rostro.

- Por supuesto, pero recuerda que no se trata de SU satisfacción, sino de la MIA. - Esas lobas son capaces de aprovecharse de la situación, como si no nos conociéramos ya. En cuanto ven la oportunidad de darle un bocado a un buen trozo de carne se olvidan del código y hasta de sus nombres, sobretodo Candela, que últimamente está pasando bastante hambre desde que se quedó sin esclavo, creo que por eso anda algo desquiciada. No se puede ejercer de Señora sin alguien que ejerza de sirviente, es ley de vida.

Al final llegamos sin incidentes a la casa de Pilar, un chalet a las afueras, de altos parterres y un dineral gastado en medidas de seguridad y aislamiento. Es un lugar de encuentros, y cita obligada el último domingo de cada mes, cuando se celebra la reunión privada a la que solo los más allegados tienen acceso. De momento no he tenido ocasión de traerte, aun no estás preparado, y esta cena me servirá para ponerte a prueba. Llamas a la puerta, observándolo todo, y nos abre Toño, el sirviente de Pilar, bueno, uno de ellos. Si no recuerdo mal Toño lleva con ella años, casi desde que la conozco, un hombre discreto, educado y obediente, que la sigue por toda la casa atento a sus indicaciones. Me sonríe al reconocerme y me indica el conocido camino hasta el salón. Estas cortesías son importantes aunque parezcan obvias, sirven para delimitar, definir las posiciones. Al entrar se hace el silencio entre las seis mujeres presentes, un silencio expectante, revelador de que hablaban de mi antes de llegar.

- Vaya, si que habeis llegado pronto ¿ya estabais aburridas en casa? - Me siento en uno de los sillones y enseguida te arrodillas a mis pies para quitarme los zapatos, y darme un masaje, sabes cuanto me machacan los pies esos zapatos, y eso levanta un leve murmullo de aprobación. Al terminar permaneces a mi lado, arrodillado con la mirada dirigida al suelo, viendo si mirar, oyendo sin escuchar.

Intento observarte desde el punto de vista de ellas, de alguien que te ve por primera vez, y sé que tu rostro agradable, tu elegancia, tu pecho marcado, tus manos delicadas, tu trato exquisito, tu fuerza rendida a mis pies, no las deja indiferentes.

- Fuimos juntas de compras antes de venir - me comenta Feli, mostrándome un uniforme de asistenta, con delantal blanco y cofia, con una sonrisa torcida que reconozco perfectamente.

- Feli, querida... solo si te portas bien, lo cual es bastante difícil para ti.- Sé que es algo que forma parte de tus fantasías, el servir a un grupo de Señoras vestido de asistenta femenina, pero es algo que solo voy a permitir si eres el único sirviente presente, cosa de la que aún no estoy segura. Y por otra parte me divierte el que estas brujas entrañables sufran un poco, están demasiado acostumbradas a ver cumplidos todos sus caprichos. Pero tus ojos ya se han posado sobre esas prendas, tu respiración se ha agitado y me ha parecido ver una sonrisa fugaz, que ha desaparecido tan rápidamente como ha surgido. Es lógico que la curiosidad, la expectativa estén alimentando tu imaginación.

Suena el timbre de la puerta y llegan las dos que faltaban y aun no hay señales de la anfitriona. Veo desaparecer a Toño rápidamente, así que seguro que ha ido en su busca. A Pilar le encantan las entradas triunfales, y en efecto, a los pocos minutos aparece llevando tras de sí a dos esclavos con collares y cadenas, magníficos enfundados en sus ropas de látex, irreconocibles tras sus máscaras.

Es el momento de los saludos y de comentar el buen aspecto que tenemos todas, algo de lo que no se duda jamás. De reojo observo tu comportamiento, atento a pesar de parecer absorto en el diseño del parquet. Bajo la mano y te indico con un leve gesto que te acerques, haciéndolo inmediatamente, y te indico con otro gesto que te coloques debajo de mi en posición de banqueta, para poder sentarme y seguir charlando, ya que no hay suficientes asientos. Hemos establecido un sencillo lenguaje de signos para las veces en las que no me apetece hablar, o como en este caso, cuando hacerlo interrumpiría una conversación.

- ¿No vas a desnudarle? - Creo que habrá que conseguirle un esclavo nuevo a Candela y rápido, ya que empieza a tener las manos muy largas.

- Candela, cielo, aquí solo toco yo. - Con cariño retiro la mano que ella ha posado en tus nalgas con tan poco disimulo, y aprovecho para acariciarte descaradamente, provocando la salivación de Candela.- Y no, no voy a desnudarle, me gusta tal y como está.- El mohín en su cara me divierte, y el tener el dominio sobre ti me produce un hormigueo de satisfacción.

- Eres horrenda, no nos haces ni una concesión. - Sonrío, como lo haría ante una niña caprichosa.

- La noche es joven Candela, no quieras empezar por el final. - Esta vez sonríen todas, con miradas de complicidad, y debajo de mi, tú te estremeces.


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