martes, 14 de febrero de 2012

En busca de la identidad perdida


Hace tiempo que me intereso por lo estudios de género. Cuando tenía 21 años cursé una materia sobre teoría política feminista en la Universidad. Aquel curso me impactó mucho... no sólo en el sentido en que me pareció muy estimulante intelectualmente, sino porque me puso en cuestión: tocó no una sino dos fibras diferentes. 

La primera de ellas fue la fibra del cuidado. Según una psiquiatra norteamericana – Carol Gilligan – el desarrollo moral de niños y niñas tiene algunas importantes diferencias: mientras que los varones mantienen una racionalidad práctica – es decir, el tipo de razón que utilizamos cuando nos preguntamos qué debemos hacer – basada en reglas cuya aplicación es medianamente clara, la racionalidad práctica de las féminas está basada en la conservación de una red de relaciones sociales en la que el bienestar de cada una de ellas es el objetivo último. Uno de los reflejos de esta diferente manera de comportase se encuentra, según Gilligan, en cómo reaccionan unos y otras durante los juegos: para los varones lo fundamental es que el juego se desarrolle conforme a las reglas y, si se encuentran con alguna controversia sobre su desarrollo están dispuestos a acudir a un tercero imparcial para que decida; para las féminas, lo importante no es el juego, sino el bienestar de cada uno de los participantes. De este modo, cuando en los juegos femeninos surge una controversia, lo más frecuente es que la niñas abandonen el juego: es más importante el bienestar de las participantes que el propio juego o el disfrute de éste. Esto generaría – siempre según Gilligan – una importante diferencia en el desarrollo moral de hombres y mujeres: los hombres se preocuparían por comportarse conforme un determinado conjunto de normas; para las mujeres, por el contrario, lo importante no sería tanto satisfacer tales reglas cuanto el cuidado de cada una de las personas. 

Cuánta razón tenga Gilligan es cosa controvertida y no muy importante en este momento en el que, en realidad, deseaba hablar de otra cosa: de la segunda fibra. Mejor dicho, más que de una segunda fibra de lo que me interesaba hablar es del reflejo de esto. En particular, de cómo los varones – especialmente aquellos por debajo de los treinta años – acomodan su personalidad frente a un modelo de mujer muy diferente de aquel de sus antepasados. Me explico.

Un intelectual italiano – Norberto Bobbio – dijo una vez que la revolución más importante del siglo XX no fue ni la rusa ni ninguna otra de las que normalmente nos vienen a la mente. La revolución más importante ha sido la silenciosa revolución de las mujeres, que no sólo han conquistado  derechos políticos y civiles sino que han roto, al menos parcialmente, con un modelo de feminidad que las confinaba al mundo de lo natural, lo privado, lo sentimental y lo pasivo. Feminidad quería decir procreación, cuidado de los demás, abnegación y también castidad. Dicho en pocas palabras, la buena madre de familia de los felices 50 y 60 (al menos en Estados Unidos) que ocupaba su tiempo en mantener la casa y tal vez pertenecer a algún club de amigas.

Buena parte de las mujeres – en realidad no sé muy bien cuántas – no se adaptan ya a este rol, a esta manera de proyectar su propio plan de vida. Creo que muy pocas mujeres se plantean hoy en día si trabajar o permanecer en casa, si dedicarse exclusivamente al cuidado de los hijos o condicionar su plan de vida a un hombre exclusivamente por ser una mujer. Y creo sinceramente que esto es una cosa buena, un auténtico avance para la humanidad. Es más, creo que jamás querría tener como compañera de vida a una de esas mujeres del pasado (si es que existen hoy).

El siglo de las mujeres, como es obvio, no podía no tocar el papel de los hombres, especialmente en la esfera pública. Dos han sido las reclamaciones históricas del feminismo: educación y derecho de sufragio. Y, si bien queda mucho por hacer, al menos eso creo yo, el camino dejado a la espalda es ya largo. Pocos, excepto los reaccionarios más trogloditas, pensarían en una educación de niños y niñas separadas, negar el puesto de trabajo a alguien por razón de su sexo o pensar que el género es razón suficiente para no atribuir derecho a un ser humano. 

Para esto, aunque repito que queda mucho que hacer, la estrategia era sencilla: bastaba con hacer que el género dejase de ser algo relevante. Sencillamente se ha pensado que se debía enseñar en el colegio lo mismo a un niño que a una niña, que su voto vale lo mismo, o que es indiferente para el puesto de trabajo. Al menos para la mayoría de los ámbitos públicos.

Donde las cosas han sido y están más difíciles es en el ámbito privado, no ya porque el modelo de feminidad siga siendo el de antaño y una mujer piense que se tiene que comportar como sus abuelas frente a sus maridos. Si una amiga me dijera que su chico le dice que tiene derecho a exigirle  prestaciones sexuales le aconsejo a ella que huya, y a él que vaya al psicólogo... Lo que parece claro es que los nuevos modelos de feminidad, de qué es una mujer y cómo debe comportarse, están a años luz de esto.

El problema son los referentes de masculinidad actual; mejor dicho, la ausencia total de ellos. Bien entendido: desde luego, modelos de masculinidad hay y referente también. El único problema es que aquellos están algo anticuados: son casi exactamente los mismos de hace cincuenta años, aquellos de nuestro padres y abuelos, y anteriores al cambio de entender la feminidad. Es decir, modelos que indican a los hombres (entre otras cosas) cómo comportarse con un modelo de mujer que en realidad ya no existe desde hace tiempo. 

Desde luego, no es que uno necesite patrones de conducta que seguir al pie de la letra en su vida privada y/o afectiva. Pero si uno carece de referentes es como si se encontrara solo en la selva con un machete: puede ir en cualquier dirección abriéndose camino, pero será una cosa muy laboriosa. Más sencillo es ir modificando la senda ya transcurrida por otros. El problema es que aquel tradicional es un camino que nos lleva hacia un lugar al que la mayoría de nosotros no quiere ir ni en realidad podría ir. Si yo me presento frente a una mujer en una relación afectiva con los patrones de conducta de mis padres y abuelos a mi edad, casi seguro que me manda a freír morcillas, y haría bien. 

Vamos, que andamos más despistados que un pavo en nochebuena. Tenemos alguna idea de cómo comportarnos y hacia dónde queremos ir... pero no sabemos cómo comportarnos en determinadas circunstancias. Dicho en pocas palabras: en ocasiones se nos pide que nos comportemos como seres humanos sensibles con grandes dosis de respeto hacia nuestra pareja al mismo tiempo que se nos pide que nos comportemos como machos ibéricos pasionales y unilaterales. Vamos, lo que se suele llamar de manera esquizofrénica. Y esto está provocando bastante casos en chicos jóvenes que no saben muy bien quienes son y cómo relacionarse con el otro sexo.

¿Tendrá esto algo que ver con el aumento exponencial de gente que entra en las páginas del mundo Bdsm? Hay dos factores que ayudan a explicar dicho aumento: en primer lugar, internet, el cual permite acceder a una cantidad tal de información sobre el tema que quien no se informa sintiéndose atraído por este mundillo es porque no quiere; en segundo lugar, no sé si han caído en la cuenta de la cantidad de imágenes que nos llegan desde todos los ámbitos con referencias claramente bedesemeras. 

He aquí una tercera razón: el mundo del Bdsm no nos ofrece modelos completos de masculinidad ni de afectividad; no nos dice qué tipo de hombre debemos ser; pero ofrece al menos referentes más o menos claros. Nos ofrece, dicho de otro modo, una identidad en la que refugiarnos: un referente del que podemos aceptar algunas cosas y rechazar otras pero que nos sirve de patrón para orientarnos. Tengo la sensación de que algunas personas, sobre todo las personas más jóvenes que se acercan a este mundillo, en realidad van buscando una identidad. Un lugar donde al menos sentirse orientados, donde saber cómo pueden y deben comportarse y, tal vez, donde ser felices.

machi{AmAly}

Me da la sensación de que si hiciéramos una encuesta entre la población masculina, para la mayoría somos esos seres incomprensibles que para colmo de males, parece que ya no necesitan al género masculino para ser felices. 

Esto puede resultar muy desconcertante a cualquier edad, y yo diría que atraer y conquistar a una mujer hoy en día rquiere de un enfoque totalmente distinto al de hace unos años. No voy a abogar por una sociedad más femenina, sinó por una sociedad más equilibrada (y no quiero decir con ello igualitaria). En este sentido, el papel de la mujer ha sido marcar la avanzadilla, demostrando que se pueden asumir a la vez los roles asignados históricamente a los distintos géneros, y ahora es el momento de que los hombres hagan lo mismo. No es una cuestión de ceder, no es una cuestión de perder masculinidad, sino de comprender, apreciar e integrar el otro lado de la moneda. De esta forma conseguiremos hablar el mismo idioma, y creo que entendernos algo mejor.

Es comprensible que el hombre actual se mire a si mismo y se dé cuenta de que quien cree que es, aunque encaje en la sociedad actual, en el ámbito privado ha quedado desfasado. Puede resultar desconcertante y frustrante, e incluso sentirse inadecuados, y el BDSM, o mejor dicho la D/s, proporciona ese marco de referencia en la intimidad, la aceptación necesaria para sentirse adecuado, bien sea porque se adecúe a un estereotipo de hombre establecido, o bien porque se adapte al modelo definido por otra persona. Es un primer paso en la propia definición de esa identidad que permite sentirnos parte de la sociedad, una parte valiosa y útil.


1 comentario:

  1. ME parece muy interesante este pensamiento. Lo comparto totalmente. Este siglo ha sido el de las Mujeres, y en su avance han dejado fuera de juego a los varones, que andamos despistados, o algunos creemos que ya vamos viendo el camino, Pero, ¿no habrá también Mujeres despistadas, con una esquizofrenia similar a la nuestra? habiendo sido criadas y educadas en pautas de mujer más sumisa, pero queriendo ser estas mujeres tan activas e igualitarias que vemos en prensa, televión, etc...
    Me interesaria profundizar sobre este tema y sobre el feminismo, y dices que has hecho algún curso de esto. ¿podrías orientarme sobre libros a leer o webs donde mirar? Quiero leer un libro de Nuria Varela, Feminismo para principiantes, que ceo que está bien. Gracias
    Fenomenal blog. Es sobre femdom tratado desde un punto de visto de realidad y muy práctico, gracias.

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